martes, 21 de abril de 2009

el vestidor vacio otra vez, y mi manos ya no te llenan los zapatos
yo queria ser vaquero, el zorro, y un leon,
y me dijsite que los cerdos no alimentan a los tigres
finalmente el edonismo toco la puerta
y el que creyo estar libre de amores,
en perro se ha convertido

si un minuto de tu luz ya no fuese eterno
mi calva aun brillaria en ti


tom

el viejo de manchas en las manos

Hoy vi morir a un hombre:
era un viejo de manchas en las manos.
De un momento a otro sus ojos murieron,
aunque él permaneció vivo
(al menos hasta que yo me fui,
aunque sé que murió).

Estaba acostado contra el pasto,
mirando a la Colectora;
las manos de una señora gorda en su nuca,
los ojos de cuatro niños en sus ojos.
Los niños se miraban entre ellos,
entre risas y pánico,
viendo por primera vez la muerte,
junto a mí.

El bastón del viejo, lejos;
en el piso, en la vida.
La boca del viejo, sorda;
muerta, balbuceante.

Gritaba lo último.
En verdad aullaba,
como un niño.
La señora gorda parecía enojada,
no lo dejaba morir,
aunque se veía que no eran conocidos.

Los ojos con agua del viejo,
pasaban frente a nosotros
(la señora gorda,
los cuatro niños que reían
y yo)
el film de su vida:

la mujer que pisó con su auto,
los trajes marrones,
el turf,
las rodillas de La Paraguaya,
el hijo que murió en el río;

tal vez.

por lucas