martes, 16 de septiembre de 2008

algo había pensado en el tren

Había pensado algo en el tren.
Mi espalda contra las puertas.
Porque son dos.
Se veía una raya blanca de luz y de a ratos me entraba viento por la punta de la remera.
No era la remera que me hubiera gustado tener,
pero esa se estaba lavando.
Lo que pensé era: o algo del mundo o algo de mí.
O algo mío con el mundo, o mío con alguien del mundo;
o mío con alguien del mundo que no quería ser de mi mundo.
Del mundo mío.
Algo así.
Pero era algo gigante.
Algo muy grande que pensé:
o entre dos tubos de luz, mientras pasaba un palo y llegaba un cartel;
o entre una viejita linda y unas zapatillas negras medio gastadas.
Después pasó que veía gente mirarme y sentía que eran perros o menos hombres que yo.
No me gusta decirlo. Afirmar que en algún momento, entre las 10 y las 11, pensé que yo era más viaje que los demás en el vagón.
Que mi viaje valía más la pena, o el lugar a donde iba, o el libro que yo estaba leyendo; o el que voy a leer cuando termine el que estoy leyendo.
Pero fue así.
Después que yo era menos que ellos, o que yo no existía.
No para ellos, sino que simplemente no existía.
Lisandro de la torre y pensé que se hacía tarde. No tengo reloj, pero tengo celular, que es como tener reloj.
Ya no se me hace esa marca en la muñeca, pero tengo reloj.
Pienso que no tengo reloj, pero tengo.
Si me preguntan: ¿usas reloj? Yo digo: no.
Pero uso.
No era la primera vez en la semana que se me hacía tarde.
Antes de eso pensaba. Antes de la línea blanca. Antes de antes de retiro. Antes de los hombres.
ante mí.
No recuerdo bien por que había también: mochilas, papeles, mis pies algo largos.
Ahí vi que el pasillo está más próximo de lo que me gustaría.
Ya lo sabía, pero de nuevo pensé eso: Cuando estiro los pies, entonces tengo que juntarlos.
Es incómodo.
También algunos miran.
Reprueban el culo en el piso, la espalda en las puertas.
Mini hombres, mini dioses, que minimizan.
No tengo nada que decirles, yo los veía como perros, los vi, los veía ser su dios.
También pasó en un momento que yo era menos. Ellos vivían la vida de ellos, yo la mía. Ellos eran más felices que yo. Todos. Entendían más. Una leía La guerra y la paz, otro el diario la razón, una bajó en la lucila,
yo no.

Al final no fue más que un viaje en tren. Pero me acuerdo que había pensado algo que me iba a cambiar la vida entre Rivadavia y Belgrano. Que se yo.

Se me escapó. O se fue por ahí. Mañana pensaré algo nuevo.

lucas.

No hay comentarios: