jueves, 20 de noviembre de 2008

Bajo una luz marina

Esta mañana pasaba algo.
Un poco de nieve en el suelo.
El sol flotaba en un cielo azul claro.
El mar era azul, y azul verdoso,
hasta donde alcanzaba la vista.
Escasamente agitado. Tranquilo.
Me vestí y fui a dar un paseo, decidido a no volver,
hasta tomar lo que la naturaleza tenía que ofrecer.
Pase junto a unos árboles viejos, abatidos.
Cruce un prado salpicado de piedras
donde se amontonaba la nieve.
Seguí hasta llegar al acantilado.
Desde allí mire el mar, y el cielo,
y las gaviotas revoloteando sobre la blanca playa
allá abajo.
Todo encantador.
Todo bañado por una fría y pura luz.
Pero como siempre mis pensamientos empezaron a dispersarse.
Tuve que obligarme a ver lo que estaba viendo y nada más.
¡Y lo estuve viendo durante un minuto o dos!
Durante un minuto o dos eso se impuso
sobre las meditaciones habituales acerca de lo que estaba bien y de lo que estaba mal.
Deber, tiernos recuerdos, ideas de muerte,
de cómo debería tratar a mi ex mujer.
Todas las cosas que esperaba que se fueran esta mañana las que vivo cada día.
Las que he pisoteado para seguir vivo.
Pero durante un minuto o dos me olvide de mi mismo y de todo los demás.
Se que lo hice.
Pues cuando me di la vuelta, no sabia donde estaba.
Hasta que algunos pájaros se alzaron de los nudosos árboles.
Y se alejaron volando en la dirección que yo necesitaba que siguieran.

Raymond Carver.

linda

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