En cualquier momento el perro marrón me iba a mirar.
Junto a otros dos despedazaba una bolsa o un animal.
Del de su derecha,
por los ojos,
supe que era orgulloso.
Como un joven gordo y feo
que alguna vez fui.
Creía ser el líder,
pero yo noté que era sólo un perro más.
El otro aparecía detrás:
grande, blanco, vulgar.
Sin ambiciones,
como un hombre aburrido.
El marrón buscaba así su compañía.
Ya entre la niebla,
los tres me miraron.
No bajé la vista.
Fue un segundo.
Dejaron de comer
y de a uno levantaron los ojos.
Siguieron su tarea tranquilos,
yo no era otro fantasma,
(aunque podría haberlo sido).
Entonces dije,
en silencio,
a la calle negra;
a la noche,
a la mujer que iba a buscar:
"Todos los perros creen
que la ciudad es de ellos;
pero es de los hombres,
que creen ser dueños
de la ciudad de los perros".
por lucas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario