lunes, 8 de diciembre de 2008

Bicho Bolita VII (un cuento en partes)

¿Tenés miedo de que tu papá mate a un chancho? ¡PAF! A mí no me daba miedo de que mi viejo mate chanchos, además no había chanchos ahí cerca pero sí muchos perros. Una vez que se acercaba mi cumpleaños en Miramar, que es el 2 de febrero, yo había ido al kiosco de la esquina con no se cuántos mil australes a comprar premios en golosinas para el que gane al metegolentra en el cumpleaños que iba a festejar a la noche con los del balneario en la casa de Miramar, que por suerte tiene jardín también y cuando no estamos en la playa por lo menos no estamos encerrados, decía mi vieja. El señor dueño del kiosco tenía la nariz roja, si uno lo veía de lejos parecía un payaso pero de cerca no se reía ni hacía reír a nadie. Sólo sumaba cosas al mostrador mientras yo le decía y un milka gigante, dos mogul y él anotaba en un cuadernito para que yo no me pase de la plata que tenía para gastar. Estuve un tiempo largo eligiendo y cuando llegué a completar todo con el último palito de la selva, ví que había una pelota de fútbol naranja que mejor prefiero esa pelota si me alcanza señor. No me acuerdo mucho lo que me dijo pero no le gustó nada que yo cambiara de parecer al señor así que unos segundos después yo estaba en casa diciendo que el señor no me quiso vender la pelota, era mucho mejor y no sé porque pero lloraba. Esto se lo decía a mi vieja y mi viejo escuchaba todo hasta que se levantó, cerró el libro que estaba leyendo y me agarró fuerte de la mano corriendo fuimos a lo del señor que en la puerta yo todavía llorando vos te quedás acá lucas dijo mi viejo y entró fuerte al kiosco pidió un chocolate, también unos mogul y cuando pidió muchas cosas mejor lo cambio por esa pelota dijo mi viejo como había dicho yo y ahí el señor kiosquero cara de payaso no entendía y mi viejo le empezó a tirar todos los chocolates en la cara gritaba mi viejo quién se cree que no tiene paciencia con un chico y seguía tirándole golosinas en la cara al señor que estaba muy asustado. Parecía una señora del miedo que tenía. Al rato salió mi viejo con la pelota y yo ya no sabía si todo esto había sido culpa del viejo o de mi viejo, o más que nada mía que había tardado tanto eligiendo las golosinas con cara de payaso. Ese día el campeonato lo ganó Matías y se llevó la pelota a su casa bien lejos mío y al otro día la usamos en la playa.
Desde donde estábamos sentados en el piso con mi viejo él fumando y yo no fumando, se podía ver, si inclinabas un poco la cabeza, el kiosco cerrado del señor nariz de payaso. Mi viejo jugaba con mi pelo mientras fumaba y seguían escuchándose esta vez gritos desde adentro de la casa que andá saber dónde, por ahí sólo, ya es de noche debe tener un miedo.
El bicho bolita parecía que me miraba mientras se escapaba de mis manos. Yo lo ponía en el piso y jugaba a que se vaya lejos hasta que aparecían mis manos en su camino. Y ahí se metía para adentro y se armaba la bolita.

CONTINUARá

por lucas

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